INTRODUCCIÓN
Había una vez en una lejana y antigua región en las montañas, entre valles y quebradas, un reino liderado por un joven rey, quién había sido proclamado luego de que su padre, un querido y sabio gobernante, muriera.
Los pobladores de su reino se dedicaban mayormente a la agricultura y a la ganadería. Ellos iniciaban la siembra de trigo en otoño y en primavera, cuando los frutos maduros caían de los árboles, se les veía con sus oses cosechando hermosos hilos que parecían estar hechos de oro puro.
El joven rey aprovechaba la época de la cosecha para subir los tributos. Este comportamiento generaba que los agricultores tengan cada vez menos trigo para sus familias y animales, deteriorando progresivamente sus condiciones de vida.
Desesperados, los pobladores le pidieron al joven rey que por favor no siguiera subiendo los tributos, ya que casi no les alcanzaba ni para comer, pero al joven rey parecía no importarle demasiado el asunto.
AIRES DE CAMBIO
Un día, un ejército extranjero decidió invadir el reino. Al enterarse de esto, el joven rey sintió miedo y ordenó a su ejército que protegiera su castillo y a los pobladores que se enfrentaran al enemigo.
Los hombres del pueblo pidieron al joven rey que les provea de armas para luchar, pero éste les dijo que sólo tenía las necesarias para que su ejército defendiera el castillo.
Entonces, armados de palos, los hombres del pueblo caminaron hacia la entrada del reino para enfrentar al ejército extranjero, mientras sus mujeres y niños ocultos en sus casas, rezaban para que regresasen con vida del combate.
El viento soplaba y la brisa tibia de aquella tarde refrescaba el rostro del comandante extranjero, quien se acercaba con su ejército a la entrada del reino.
Grande fue su sorpresa al llegar, cuando en lugar de un ejército encontró a un grupo de campesinos armados de palos.
Profundamente conmovido el comandante extranjero pensó: qué hombres tan valientes, vienen sin armas a enfrentar la muerte por defender a sus familias. Luego de permanecer unos minutos en silencio, se dirigió a ellos y les dijo:
“Hombres valerosos, sepan que estoy profundamente conmovido de ver cómo están dispuestos a luchar hasta morir por defender a sus familias y a sus tierras.
Por lo visto, vuestro rey no ha aprendido el arte de liderar. Sepan que el propósito de un rey no es que su pueblo lo sirva, sino servirlos él a ellos, porque sólo velando por sus necesidades el reino progresará y durará mil años.
La máxima aspiración de un líder es hacer el trabajo de la naturaleza, ayudar a convertir la semilla en un árbol frondoso que dé muchos frutos.
Ustedes son muy valiosos para morir en este absurdo combate. Por ello, en lugar de luchar, les ofrezco un reino que:
- Los escuche y se preocupe por sus necesidades.
- Les brinde las condiciones para que se desarrollen.
- Los proteja a ustedes y a sus familias.
- Cobre tributos justos para el bienestar y desarrollo de todos”.
Los ojos de aquellos hombres brillaban como hacía mucho que no lo hacían. Se miraron unos a otros y al unísono todos soltaron sus palos, se abrazaron y lloraron de alegría.
Mientras que en el castillo una voz gritaba: ¡traidores!, ¡los mandaré a todos a la horca!, eran las expresiones del joven rey al enterarse de que los hombres del pueblo no lucharon para defender su reino. No entendía por qué el pueblo había sido tan leal a su padre y no a él.
Finalmente, su ejército también depuso las armas y el joven rey fue derrocado y exiliado.
Bajo el liderazgo del comandante extranjero, el reino floreció tanto como la gratitud y fidelidad de sus habitantes hacia él.
REFLEXIÓN
¿Qué relación guarda esta historia con el mundo ejecutivo de hoy?